¿Y mi domingo?
"Traigan íntegro el diezmo para los fondos del
templo, y así habrá alimento en mi casa.
Pruébenme en esto dice el Señor Todopoderoso, y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde."
Malaquías 3:10
Pruébenme en esto dice el Señor Todopoderoso, y vean si no abro las compuertas del cielo y derramo sobre ustedes bendición hasta que sobreabunde."
Malaquías 3:10
Como muchos sabemos, el diezmo
es la limosna con la que se coopera en cada misa a la que asistimos. La palabra
“diezmo” viene del latín dicimus, que quiere decir décimo puesto a que empezó como
un impuesto obligatorio donde cada quien debía dar el diez por ciento de sus
ingresos a la Iglesia católica. Está práctica data a miles de años atrás,
habiendo sido practicada por babilonios, persas, hebreos, griegos y romanos. Se
dice que el primer diezmo fue ofrecido de Abraham para Melquisedec en Génesis 14
y más adelante en Génesis 28, Jacobo entrega todas las fortunas que posee al
señor. Pese a que es algo del Antiguo Testamento, actualmente la religión
judía, cristiana y musulmana sigue practicando el diezmo.
Seguramente alguna vez, todos nos hemos
preguntado qué hace la Iglesia católica con las limosnas, las cooperaciones, los
diezmos y demás dádivas que los creyentes católicos aportan. La respuesta
parecería sencilla si consideramos sueldos de sacerdotes, mantenimiento de
inmuebles, gastos como luz, agua, teléfono, utilidades, materiales, misiones,
ayuda humanitaria y ayuda a la comunidad. Pero realmente, ¿cuántas veces hemos escuchado
hablar de misiones, ayuda o caridad que haya organizado la iglesia con la que más
estemos en contacto?
Así es... muy pocas o ninguna.
La Iglesia católica es una religión
perfectamente institucionaliza, jerarquizada y tiene hasta una ciudad capital
donde se concentra todo el poder y el dinero: El Vaticano, dirigida por la
máxima autoridad de la Iglesia católica el Papa. Desde ahí se controlan las
casi 700,000 iglesias alrededor del mundo y es precisamente ahí donde llegan
cientos de millones de dólares al año de las limosnas, pero eso no para ahí, el
Vaticano es propietario de bancos, una aerolínea, financieras, inmobiliarias,
constructoras, fabricas de pastas, además de inversiones y bienes raíces sobre
todo en Italia, Inglaterra, Alemania y hasta en Estados Unidos.
Lo sorprendente es que con tanta riqueza, por
lo menos en México no se ven obras de caridad, sino todo lo contrario. La gente
aporta dinero en limosnas, y todo tipo de cooperaciones para primeras comuniones,
bautizos, bodas, etcétera, y todo ese dinero se va al Vaticano para buena
administración.
Existen dos tipos de sacerdotes: Los diocesanos son aquellos que dependen directamente de su diócesis y cuentan con un salario “modesto” (en México de 4 o 5 mil pesos mensuales en promedio), claro que esto depende de a qué diócesis pertenezcan. Sumado a esto, están las gratificaciones que reciben cuando ofician misas de bodas, bautizos, XV años, etc. Los sacerdotes religiosos no tienen salario y viven de las limosnas que se les da, puesto a que hacen voto de pobreza.
Hay que recordar que hay iglesias muy pobres
que han sido olvidadas por sus diócesis con padres muy humildes que realmente
necesitan ayuda de la gente para subsistir.
Sin embargo, también
hay que recordar que hay iglesias ricas, con cuotas muy altas, padres pudientes
que manejan autos de lujo y ropa de diseñador. En Puebla había un sacerdote muy
famoso apodado "Chanclas de Oro" en los ochentas, que oficiaba en la
Iglesia del Cielo. Cuentan quienes lo conocieron que corría a los pobres y mal
vestidos de su templo. Cuando pasaba a pedir limosna, si la gente no le daba
dinero, les agitaba la canasta en la cara para que cooperaran con algo y cuando
pedía contribuciones a voluntad para alguna obra como la construcción de la
Iglesia del Cielo, sugería que las cantidades fueran fuertes.
Seamos sinceros, la gran
mayoría de la gente que da dinero a la iglesia lo hace por o por sanar la culpa
de algún pecado que cometió o por temor a irse al infierno o ser castigados al
no ayudar a su templo. Es bueno ayudar al prójimo, pero nunca con chantajes.
Les invito a que se planteen otra pregunta: ¿Porqué cuando hay catástrofes
naturales como “Sandy”, escuchamos que varios países y fundaciones ayudan a la
victimas, pero de que el Vaticano mande ayuda jamás oímos nada? ¿Por qué no ser
recíprocos y ayudar a la humanidad, si gracias a ella es que la Iglesia católica
prevalece?
Bibliografía:
Catholic Encyclopedia
Vol. VIII (1912).
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