Un tal Ignacio
Por Mariel Mitre
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He recibido uno que otro comentario de manera personal a mi correo electrónico preguntándome quién fue San Ignacio de Loyola y cómo comenzó su vida de manera religiosa, así que en esta ocasión explicaré el nacimiento de esta Compañía de Jesús de la cual he hablado durante semanas y por la cual tengo un objeto del cual escribir cada quincena en este blog.
Comenzaré con el mismo San
Ignacio o más bien Íñigo López de Recalde nacido en Loyola, Guipúzcoa en 1491.
Ahora continuaré hablando desde el primer momento en donde inicio la idea de la
Compañía de Jesús. Su primera dedicación fueron las armas, siguiendo la
tradición familiar. Pero, tras resultar gravemente herido en la pierna por una
bala en la defensa de Pamplona contra los franceses (1521), cambió por completo
de orientación ya que en donde se encontraba recuperándose de la operación lo
único que había eran libros piadosos y así comenzó su lectura durante su
convalecencia y decidió consagrarse a la religión.
Se retiró inicialmente a hacer penitencia y oración en Montserrat y Manresa, donde empezó a elaborar el método ascético de los Ejercicios Espirituales (1522). Luego peregrinó a los Santos Lugares de Palestina (1523). De regreso a España comenzó a estudiar teniendo 33 años, para poder afrontar mejor su proyecto de apostolado en las universidades de Alcalá de Henares, Salamanca y París.
Las primeras actividades de San Ignacio de Loyola difundiendo el
método de los ejercicios espirituales le hicieron sospechoso de heterodoxia que
según la Real Academia Española, 2013 se entiende por disconforme con doctrinas
o prácticas generalmente admitidas, y en Castilla fue procesado, se le prohibió
la predicación (1524) y hubo de interrumpir sus estudios.
En cambio en París (1528-34), donde se graduó como maestro en Artes
porque no terminó los estudios de Teología, San Ignacio de Loyola consiguió
reunir un grupo de seis compañeros de los cuales dos de ellos eran sus
compañeros de cuarto en la universidad, les comunicó sus ideas y con ellos
sembró el germen de la Compañía de Jesús, haciendo juntos votos de pobreza y
apostolado en la Cueva de Montmartre. Ante la imposibilidad de marchar a hacer
vida religiosa en Palestina, por la guerra contra los turcos, se ofrecieron al
papa Pablo III, quien les ordenó sacerdotes (1537).
En los años siguientes se dedicaron al apostolado, la enseñanza,
el cuidado de enfermos y la definición de una nueva orden religiosa, la
Compañía de Jesús, cuyos estatutos aprobó el papa en 1540. La Compañía
reproducía la estructura militar en la que Ignacio había sido educado, pero al
servicio de la propagación de la fe católica; las Constituciones que Ignacio le
dio en 1547-1550 la configuraron como una orden moderna y pragmática, concebida
racionalmente, disciplinada y ligada al papa.
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